Iniciamos hoy la semana de la llegada de la alta velocidad a Valencia. Caso de que haya alguien que a estas alturas todavía no se haya enterado, a partir del próximo fin de semana estará operativo el rutilante enlace ferroviario con Madrid. Pero antes incluso de que circulen los primeros trenes hemos sido bombardeados con las campañas publicitarias pagadas por la Generalitat, el Ministerio y hasta el PSPV, que además de provocar vergüenza ajena van acompañadas de pseudo-informes de adivinación económica que compiten en voluntarismo, falta de rigor y ganas de marear al personal.
Como parece que casi nadie lo ha hecho, a salvo de algunas honrosas excepciones, conviene coger lápiz y papel y hacer unos números sencillitos. El AVE nos va a salir, dice la publicidad, por 12.400 millones de euros. Más de 2 billones de pesetas. Una inversión que servirá esencialmente para que quienes actualmente viajan a Madrid en avión opten por el tren, por ser más cómodo y rápido para llegar al centro de las ciudades. Pero que apenas si podrá captar nuevos viajeros en el corredor, pues el coste (unos 150 euros ida y vuelta en clase turista) es disuasorio para todos aquellos que, pagándose de su bolsillo el billete, no tengan la imperiosa necesidad de llegar en hora y media a la capital. De hecho, Renfe, consciente de que un tren más barato aunque más lento (como el actual servicio) canibalizaría sin duda al AVE y tendría más viajeros que el rutilante tren de alta velocidad, ha optado por eliminar las alternativas. A los ciudadanos les queda el autobús o el coche privado. Opción esta última que, sin duda, será la mayoritaria de quien viaje en familia e incluso en pareja. Los estudios económicos que aseguran que con el AVE se multiplicará la llegada de grupos (al módico precio de unos 600 euros sólo en el viaje) para pasar el fin de semana en Valencia deben de haber sido realizado por alguien que considera a los ciudadanos directamente estúpidos.
Por comparar, refiriéndonos sólo a obras ferroviarias, el ambicioso plan de cercanías presentado hace poco y que pondría todas las ciudades valencianas medianas a menos de media hora de la capital de provincia más cercana ha sido presupuestado en 4.000 millones de euros. Y el tren de la costa que debiera unir Alicante y Valencia por Gandia y Dénia cuesta otros 1.000. Con lo que los dineros dedicados al AVE hay que saber que son, en parte, estos que faltan para dar un servicio de calidad, básico, e importante todos los días, a los valencianos. De momento, y por mucho tiempo, Madrid estará más cerca de Valencia que Alicante de Dénia, Vinaròs de Valencia o Alzira de Castellón.
Incluso tras haber modernizado la línea tradicional por Albacete y garantizando con ello que los trenes llegaran a Madrid en poco más de dos horas se podrían haber realizado estas obras, mucho más importantes y prioritarias, y aún habría sobrado una cantidad muy importante para poder construir varios hospitales como la nueva Fe de Valencia (que ha costado unos 350 millones de euros) y decenas de colegios públicos (que se están rehabilitando integralmente o construyendo por entre 30 y 40 millones de euros). Pero uno de los problemas de las políticas públicas en España y en Valencia es que aquí nadie se pone a hacer números con un mínimo de rigor. Tampoco los ciudadanos lo exigimos. Por eso nos toman el pelo con nuestro dinero.
Como parece que casi nadie lo ha hecho, a salvo de algunas honrosas excepciones, conviene coger lápiz y papel y hacer unos números sencillitos. El AVE nos va a salir, dice la publicidad, por 12.400 millones de euros. Más de 2 billones de pesetas. Una inversión que servirá esencialmente para que quienes actualmente viajan a Madrid en avión opten por el tren, por ser más cómodo y rápido para llegar al centro de las ciudades. Pero que apenas si podrá captar nuevos viajeros en el corredor, pues el coste (unos 150 euros ida y vuelta en clase turista) es disuasorio para todos aquellos que, pagándose de su bolsillo el billete, no tengan la imperiosa necesidad de llegar en hora y media a la capital. De hecho, Renfe, consciente de que un tren más barato aunque más lento (como el actual servicio) canibalizaría sin duda al AVE y tendría más viajeros que el rutilante tren de alta velocidad, ha optado por eliminar las alternativas. A los ciudadanos les queda el autobús o el coche privado. Opción esta última que, sin duda, será la mayoritaria de quien viaje en familia e incluso en pareja. Los estudios económicos que aseguran que con el AVE se multiplicará la llegada de grupos (al módico precio de unos 600 euros sólo en el viaje) para pasar el fin de semana en Valencia deben de haber sido realizado por alguien que considera a los ciudadanos directamente estúpidos.
Por comparar, refiriéndonos sólo a obras ferroviarias, el ambicioso plan de cercanías presentado hace poco y que pondría todas las ciudades valencianas medianas a menos de media hora de la capital de provincia más cercana ha sido presupuestado en 4.000 millones de euros. Y el tren de la costa que debiera unir Alicante y Valencia por Gandia y Dénia cuesta otros 1.000. Con lo que los dineros dedicados al AVE hay que saber que son, en parte, estos que faltan para dar un servicio de calidad, básico, e importante todos los días, a los valencianos. De momento, y por mucho tiempo, Madrid estará más cerca de Valencia que Alicante de Dénia, Vinaròs de Valencia o Alzira de Castellón.
Incluso tras haber modernizado la línea tradicional por Albacete y garantizando con ello que los trenes llegaran a Madrid en poco más de dos horas se podrían haber realizado estas obras, mucho más importantes y prioritarias, y aún habría sobrado una cantidad muy importante para poder construir varios hospitales como la nueva Fe de Valencia (que ha costado unos 350 millones de euros) y decenas de colegios públicos (que se están rehabilitando integralmente o construyendo por entre 30 y 40 millones de euros). Pero uno de los problemas de las políticas públicas en España y en Valencia es que aquí nadie se pone a hacer números con un mínimo de rigor. Tampoco los ciudadanos lo exigimos. Por eso nos toman el pelo con nuestro dinero.
Artículo publicado por Andrés Boix, Diario El País
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